Puede que lleves tiempo evitando ciertos lugares, posponiendo planes o buscando siempre ir acompañado porque temes encontrarte mal lejos de casa. Quizá has buscado en internet qué es agorafobia, has hecho test, has intentado tranquilizarte por tu cuenta y, aun así, la angustia sigue ahí.
Si te reconoces en esto, no estás solo/a. Entender qué es la agorafobia y por qué se mantiene es el primer paso para poder cambiarlo. A partir de ahí, la terapia psicológica puede ayudarte a recuperar poco a poco tu sensación de seguridad y libertad en el día a día.
Más allá del miedo a los espacios abiertos
Cuando hablamos de agorafobia no nos referimos solo al miedo a los espacios abiertos, como a veces se piensa. La pregunta “agorafobia, qué es exactamente” tiene más matices. La agorafobia es un trastorno de ansiedad en el que aparece un miedo intenso a encontrarse en situaciones o lugares donde sientes que sería difícil escapar o recibir ayuda si se produce una crisis de ansiedad o un ataque de pánico.
Esto puede incluir lugares muy diferentes: un centro comercial con mucha gente, el autobús, el tranvía, una carretera de circunvalación, el cine, un supermercado o, simplemente, estar lejos de tu casa o de las personas que consideras “seguras”. No es solo el sitio físico, sino la sensación de quedar “atrapado/a” o desprotegido/a si algo va mal.
Por eso, cuando te preguntas “qué es la agorafobia”, es importante entender que hablamos de una forma de ansiedad organizada alrededor del miedo a perder el control, a hacer el ridículo, a desmayarte, a no poder salir o a no recibir ayuda a tiempo. Esa anticipación del “¿y si me pasa algo?” es la que termina condicionando muchos de tus movimientos.
Síntomas habituales de la agorafobia
Cada persona vive la agorafobia de una manera, pero suelen aparecer síntomas físicos, emocionales y cambios en la conducta.
En el plano físico, pueden aparecer palpitaciones, presión en el pecho, sensación de ahogo, mareo, sudoración, temblores o sensación de desmayo inminente. A veces se acompañan de una sensación de irrealidad, como si lo que estuvieras viviendo no fuera del todo real o tú no fueras del todo tú.
En el plano emocional, es frecuente sentir miedo intenso antes de salir de casa, anticipar que algo malo va a ocurrir y vivir con la preocupación constante de volver a encontrarte mal en público. Puedes pasarte el día escaneando el cuerpo, pendiente de cualquier pequeña sensación que pueda significar “otra vez”.
En la conducta diaria, la agorafobia suele traducirse en evitaciones. Dejas de usar ciertos medios de transporte, empiezas a decir que no a determinados planes, buscas siempre ir acompañado/a o, poco a poco, vas reduciendo tus movimientos a lugares cada vez más “seguros”. Con el tiempo, este patrón puede afectar a tu trabajo, a tus relaciones y a tu sensación de libertad, reduciendo de forma muy importante tu calidad de vida.
Por qué aparece la agorafobia
No hay una única causa que explique por qué una persona desarrolla agorafobia y otra no. Normalmente intervienen varios factores.
En muchos casos, la agorafobia se inicia después de uno o varios ataques de pánico en lugares concretos: en el transporte público, en una reunión, en un supermercado, conduciendo… Esa experiencia queda muy marcada y el miedo a que se repita hace que empieces a evitar ese lugar. Con el tiempo, el miedo se generaliza a otros espacios y situaciones.
También pueden influir periodos de estrés prolongado, duelos, cambios importantes, dificultades en las relaciones o una historia previa de ansiedad. La forma en que interpretas lo que te pasa, tu manera de hablarte cuando te notas mal y tu historia personal van dando forma a este miedo.
Más que buscar “de quién es la culpa”, en terapia nos interesa comprender cómo se ha ido construyendo este miedo en tu vida y qué lo alimenta hoy. Esa comprensión profunda ayuda a cambiar la relación con la ansiedad y a dejar de verla solo como un enemigo al que hay que borrar.
¿Es lo que me pasa agorafobia o “solo” ansiedad?
Es habitual que te preguntes si lo que te ocurre es agorafobia, ansiedad generalizada, ataques de pánico u otra cosa. Internet ofrece muchas definiciones de qué es la agorafobia, pero cada historia es única y no siempre es fácil encajarse en una etiqueta.
Algunas señales que pueden indicar que estás ante un cuadro de agorafobia son sentir que tu miedo se centra en estar en lugares de los que crees que sería difícil escapar o donde piensas que no recibirías ayuda si te encontrases mal, notar que evitas de forma cada vez más sistemática ciertos sitios (transporte, centros comerciales, eventos, viajes…) y darte cuenta de que tu vida se ha ido haciendo más pequeña: sales menos, haces menos planes o necesitas mucha más compañía para actividades que antes hacías sin pensar.
El diagnóstico preciso no tienes por qué hacerlo tú. Para eso está la evaluación profesional. Lo verdaderamente importante es si este miedo está limitando tu vida. Si la respuesta es que sí, es un motivo más que suficiente para pedir ayuda, más allá del nombre exacto que tenga.
Cómo superar la agorafobia
La pregunta “cómo superar la agorafobia” es muy frecuente. La realidad es que no hay una solución mágica ni inmediata, pero sí un proceso que ayuda a recuperar espacio frente al miedo.
Un primer paso es dejar de culparte por lo que te pasa. Nadie elige tener agorafobia. El miedo no aparece porque seas más débil o menos capaz, sino porque, en algún momento, tu mente y tu cuerpo han intentado protegerte de algo que viviste como demasiado intenso o peligroso.
Otro paso importante es empezar a observar tu ansiedad con curiosidad, no solo con rechazo. Ver en qué momentos del día aparece más, qué situaciones la disparan, qué pensamientos se activan, qué haces para intentar calmarte. Esta mirada te ayuda a salir del “soy así” y a ver la agorafobia como algo que estás viviendo ahora, pero que puede cambiar.
Y, sobre todo, resulta muy valioso no recorrer este camino solo/a. Forzarte a exponerte sin apoyo, “a lo bruto”, puede generar más frustración. Acompañarte de un profesional te permite diseñar un proceso adaptado a ti, con pasos realistas y un espacio donde entender qué te pasa por dentro.
Cómo puede ayudarte la terapia psicológica
En mi trabajo como psicólogo, cuando acompaño a personas con agorafobia, no me limito solo a enseñar técnicas para respirar mejor o “pensar en positivo”. Eso puede ayudar en momentos puntuales, pero suele quedarse corto si no atendemos también a tu historia, a tus miedos más profundos y a cómo estás viviendo ahora tu día a día.
En sesión, solemos ir trabajando aspectos como:
Cómo se ha ido construyendo tu miedo a determinados lugares o situaciones y qué papel ha tenido la ansiedad en tu vida.
Qué significan para ti esos espacios que evitas y qué imágenes o preocupaciones aparecen cuando los imaginas.
De qué manera te hablas cuando sientes que podrías perder el control o “quedar mal” delante de los demás.
Formas más amables de relacionarte contigo y con la ansiedad, para que pueda estar presente sin dirigir todas tus decisiones.
A partir de ahí, vamos pensando juntos qué pasos tienen sentido para ti. No se trata de empujarte a hacer cosas para las que no estás preparado/a, sino de construir un plan que tenga en cuenta tu ritmo, tus límites y también aquello que te gustaría recuperar: ir a determinados sitios, hacer ciertos trayectos, retomar actividades que ahora evitas…
Mi objetivo en la consulta no es solo que disminuyan los síntomas, sino que te sientas acompañado/a mientras recuperas espacio en tu vida.
Dar el paso y pedir ayuda profesional
La agorafobia se vive muchas veces en silencio. Desde fuera, puede parecer que simplemente “no te apetece salir” o que eres una persona muy casera, cuando en realidad estás luchando cada día con un miedo que te gustaría no tener. Es habitual inventar excusas para no viajar, decir que estás cansado/a para no ir a un centro comercial o pedir a alguien que te acompañe “por si acaso”, sin explicar el verdadero motivo.
Poner en palabras lo que te ocurre ya es una forma de empezar a cambiarlo. Hablar de tu miedo en un espacio seguro, donde no se te juzgue y donde puedas ir a tu ritmo, puede convertirse en el primer paso para recuperar libertad.
Si te reconoces en lo que has leído y sientes que la agorafobia está limitando demasiado tu vida, puede ser un buen momento para pedir ayuda. En esta misma web tienes formas de contacto para solicitar una primera cita. En esa primera sesión podremos valorar juntos qué te está pasando, qué necesitas y cómo puede ayudarte un proceso terapéutico adaptado a ti.
No se trata de que des un salto enorme de un día para otro, sino de que no tengas que seguir lidiando con todo esto en soledad. A veces, la llamada o el mensaje para pedir esa primera cita ya es el comienzo de un cambio importante.